viernes, 17 de octubre de 2008

LAS BONDADES DE LA INTERVENCION


Estos días, he tenido el placer de escuchar a diversos economistas intentando justificar la necesidad de la intervención estatal de los bancos. Segun ellos, dar rienda suelta a la actual contracción crediticia no solo paralizaría la actividad inversora y por lo tanto, el crecimiento económico, sino que pone en riesgo la viabilidad de las empresas rentables. Justifican esta aseveración asegurando que en un escenario de desconfianza aguda ni tan siquiera se podría financiar el propio capital circulante, dando lugar a una parada técnica del mercado y a la contracción de la economía real.

No cabe poner en duda que ha calado el mensaje, puesto que los gobiernos de todo el mundo se han apresurado en intervenir. El último ejemplo lo tenemos nada más y nada menos que en Suiza, donde el principal banco UBS acaba de ser "rescatado" por su Banco Nacional. Sin embargo, creo que nos convendría bastante repasar las páginas más básicas de la teoría económica. Por ejemplo, veamos que dice Fekete al respecto:

"Adam Smith escribió que la masa de los productos de consumo (terminados o semiterminados) que cambian de manos con la suficiente rapidez desde los productores, a través de los distribuidores hasta los puntos de venta minorista y que serán adquiridos por el consumidor final en un plazo de 91 días (llamado por A. Smith el capital social circulantesocial circulating capital–) tiene una liquidez solamente superada por los metales moneda, oro y plata. A. Smith no tuvo ninguna dificultad para demostrar su tesis. Hay un mínimo de consumo, absolutamente indispensable, para el normal funcionamiento de la sociedad, que proyectado a 91 días (la duración de una estación completa del año) en el futuro, corresponde a un volumen de productos terminados o semiterminados en su camino desde los productores a los consumidores finales. Estos productos seguirán su curso incluso en ausencia de dinero, en el advenimiento de un desastre nacional, bajo una ocupación militar, o en cualquier otra situación adversa, debido a que la bondad del crédito emitido con el respaldo de estos productos no puede ser cuestionada de manera alguna. Antes se pondrá en duda la validez de aserciones tales como que la gente debe comer, vestir, usar combustible para calefacción, etc., que cuestionar la solvencia del crédito que mantiene el flujo de los productos que satisfacen las más urgentes necesidades de las personas."

Queda claro, por lo tanto, que cuando nos referimos al crédito, debemos hablar de confianza en primer lugar, por lo que asumir que una contracción crediticia afectará de igual forma a la inversión en terrenos que a la financiación del capital circulante es, cuando menos, muy contrario al sentido común.

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